El síndrome de dolor pélvico crónico urológico afecta tanto a hombres como a mujeres y abarca condiciones como la cistitis intersticial, síndrome de dolor de vejiga, la prostatitis o síndrome de dolor pélvico crónico. Son muchas las patologías que engloba pero que en cualquier caso son incapacitantes y tienen un impacto negativo en la calidad de vida de los afectados. Esto lleva a menudo a no comprender la enfermedad y a intentar tratarla con enfoques médicos poco o no tan convencionales.
La búsqueda de una posible cura o mejora de los síntomas ha llevado, en las últimas décadas, a desarrollar un interés en los tratamientos conductuales para el dolor crónico. Entre estos tratamientos la terapia cognitivo-conductual ha surgido como uno de los enfoques más prometedores y eficaces. Esta terapia, que pertenece al campo de la psicología, combina estrategias de terapia conductual y cognitiva para abordar el dolor crónico y sus impactos en la vida diaria de los pacientes.
La terapia cognitivo-conductual es un enfoque terapéutico que se centra en identificar y cambiar patrones de pensamiento y comportamiento. En esta terapia, el profesional trabaja en colaboración con el paciente para examinar y desafiar creencias negativas o distorsionadas, así como para desarrollar estrategias prácticas y habilidades para cambiar comportamientos no deseados. Este enfoque se basa en la premisa de que nuestros pensamientos, sentimientos y acciones están interrelacionados, y que al modificar uno de estos aspectos, podemos influir en los otros para lograr un cambio positivo y duradero. Algunas de sus técnicas son las siguientes:
- Identificación de pensamientos automáticos negativos y reestructuración cognitiva: El terapeuta ayuda al paciente a identificar pensamientos automáticos negativos o distorsionados que surgen en situaciones de conflicto. De esta forma se guía al paciente para que reconozca estos pensamientos y los cuestione. A partir de aquí se trabaja con el paciente para que desarrolle pensamientos alternativos.
- Tareas de exposición: Para enfrentar el miedo o la evitación de situaciones temidas, el terapeuta puede asignar tareas de exposición gradual.
- Entrenamiento para afrontar situaciones difíciles: Se enseñan estrategias prácticas para manejar el estrés, la ansiedad o la depresión. Esto puede incluir técnicas de respiración, relajación muscular progresiva, atención plena (mindfulness) y resolución de problemas.
- Diario de pensamientos y emociones: Se alienta al paciente a llevar un diario para registrar sus pensamientos y emociones en diferentes situaciones. Esto ayuda a identificar patrones de pensamiento negativos recurrentes y a desarrollar una mayor conciencia de cómo estos pensamientos afectan su estado de ánimo y comportamiento.
En el caso del síndrome del dolor pélvico crónico la terapia cognitivo-conductual busca desaprender conductas y pensamientos desadaptativos asociados con el dolor pélvico crónico y reemplazarlos por estrategias que fomenten el autocontrol y la gestión efectiva de los síntomas.
Aunque esta terapia ha demostrado ser eficaz en el tratamiento de otros trastornos de dolor crónico, como la fibromialgia o la migraña, su aplicación específica en el síndrome del dolor pélvico crónico tiene muchas incógnitas debido a que no se sabe qué pacientes podrían beneficiarse, así como los síntomas esta terapia puede frenar o mejorar.
Para resolver esta cuestión, investigadores de diferentes centros estadounidenses se han puesto de acuerdo- mediante una revisión de la bibliografía sobre este tema- para determinar la efectividad relativa a estos tratamientos. En esta revisión han intentado determinar su eficacia, también averiguar si la terapia es además accesible para los pacientes y de qué forma afecta esa accesibilidad.
Tras el análisis de datos los expertos han concluido que la terapia cognitivo-conductual puede ser valiosa para el tratamiento del dolor pélvico crónico, ofreciendo esperanza y una herramienta para aquellos que se enfrentan a este trastorno urológico. De la misma forma explican que se necesitan más investigaciones que permitan conocer sus mecanismos de acción y determinar su eficacia por grupos de pacientes. Finalmente explican que tanto la eficiencia de la terapia conductual como la forma en la que se administra esta terapia (por ejemplo, en domicilio) son fundamentales para optimizar el potencial de este tratamiento.
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