Este síndrome que presenta síntomas crónicos con intermitencia y diferentes grados de gravedad suele caracterizarse por una presión en la vejiga, ganas de orinar con frecuencia, dolor en las relaciones sexuales, ardor en la zona pélvica y un cambio de vida drástico en el paciente.
Este síndrome afecta solo en Estados Unidos a más de tres millones de mujeres y es definido como “dolor urinario que no se debe a causas como infección de orina o cálculos”.
En la actualidad no existe tratamiento estándar para este problema debido a que se trata de tratamientos basados en prueba y error. Esto quiere decir que se le aplica a la paciente diferentes terapias para comprobar cuál de ellas es la que mejora los síntomas. Se ha comprobado que cuando acuden a buscar consulta, la enfermería suele ser una parte crucial en el asesoramiento de estas mujeres. De esta forma y según las revisiones la dotación a la enfermería de material revisado sobre la enfermedad podría ser de gran utilidad en la orientación, por parte de los profesionales dedicados a la enfermería, hacia las pacientes con este síndrome.
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