Es una técnica mínimamente invasiva que trata la hiperplasia benigna de próstata. A través de la aplicación de láser sobre el tejido adenomatoso se consigue eliminar el mismo y a su vez acabar con los síntomas del tracto urinario.
Los pacientes con síntomas urinarios molestos (chorro flojo, micción entrecortada, sensación de vaciamiento incompleto, urgencia miccional, necesidad de levantarse a orinar por la noche, etc) o con complicaciones derivadas de la hiperplasia benigna de próstata (retención urinaria aguda que precisa sondaje, sangrado de origen prostático, insuficiencia renal obstructiva, infecciones urinarias de repetición, divertículos vesicales, cálculos vesicales) son los candidatos idóneos para la cirugía de hiperplasia benigna de próstata.
Tradicionalmente, las opciones de tratamiento eran la prostatectomía abierta, que extirpaba el tejido hiperplásico mediante una incisión en el abdomen y la resección transuretral de la próstata (RTU), que resecaba este tejido introduciendo un instrumento especial por la uretra, el resectoscopio.
Ambas técnicas son eficaces, pero a menudo suponen una experiencia vital traumática para el paciente, dado que se produce abundante sangrado durante y después de la operación que a veces requiere transfusiones, impotencia postoperatoria, incontinencia postoperatoria, estrecheces uretrales y otras complicaciones. Los pacientes ingresan típicamente de 2 a 7 días y requieren largos períodos de sondaje uretral.
En Mayo de 2003 el doctor Fernando Gómez Sancha introdujo en Madrid la técnica de fotovaporización prostática con láser verde KTP (80 vatios) y posteriormente el nuevo láser verde de alta potencia HPS (120 vatios), que permitía operar a los pacientes con mínimo riesgo y mejores resultados. En Junio de 2010 adoptó el nuevo láser verde XPS (180 vatios), que al tener más potencia permite vaporizar próstatas de mayor tamaño en menor tiempo.
Este láser permite extirpar la hiperplasia benigna de próstata mediante la destrucción mediante vaporización del tejido hiperplásico de forma mínimamente invasiva, sin sangrado abundante ni grandes molestias.
Típicamente los pacientes ingresan la mañana de la intervención, que se realiza con anestesia raquídea (de cintura para abajo) y pueden irse de alta por la tarde o al día siguiente. Se puede realizar vida normal al cabo de 2 o 3 días.
Es una técnica muy eficaz, cómoda para el paciente y extremadamente segura. Está especialmente indicada en pacientes mayores o aquellos que padecen enfermedades acompañantes (diabetes, cardiopatías, etc) o utilizan tratamiento anticoagulante.
Algunos pacientes con cáncer de próstata también pueden beneficiarse de este tratamiento, cuando el crecimiento prostático les impide orinar con normalidad, o cuando se intenta hacer un tratamiento curativo en tumores localizados en combinación con ultrasonidos focalizados de alta intensidad (HIFU).